entré al blog, hace
mucho que no lo hacía (se ve que ando saudosa). Nunca me imaginé que las
mujeres jugaran a las bochas, en Moisés Ville sólo jugaban los hombres, y
los hombres de ascendencia italiana, los judíos no juegan a las bochas. La
cancha siempre me pareció o me parecía en la infancia un lugar inmenso.
Recuerdo que estaba el panadero, todo vestido de blanco, creo que me
llamaban la atención las alpargatas blancas, todo él de blanco en un lugar
en que se usaban alpargatas para trabajar en el campo. Me debe haber parecido
un continuum con la harina. Lo interesante de esa cancha de bochas es que
en las fiestas se cubría con tablas, que le habían comprado a un primo de
mi papá de Santa Fe (él era rico, no jugaba a las bochas, sino que
esquiaba) y la cancha de bochas se convertía en el salón del club. Ahí se
hacían las grandes fiestas y los bailes en invierno o cuando llovía en
verano, si el tiempo estaba bueno, se hacían en la cancha de
basquet. Perdón por el relato pero se ve que me despertó una nostalgia
bárbara de mis años de niña y de adolescente. Era un lugar en el que, en
general, era muy feliz y en el que mi padre construyó la pileta en una de
las veces que fue presidente y a mí se ve que me hacía sentir muy orgullosa.
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